Descubre el intrigante mundo que se despliega entre el sueño y la vigilia, y encuentra respuestas a esta experiencia misteriosa

Por la Dra. Julieta Edith Albarrán Ayala

¿Esta situación te suena familiar?

Después de un largo día por fin llega la noche y el cansancio te gana. Te duer­mes sin dificultad. Pero de pronto, en medio de la noche, te despiertas. No hay nada de extraño en eso, nos sucede a todos alguna que otra noche, así que intentas dormirte de nuevo, pero cuando intentas acomodarte te das cuenta de que tus músculos no te res­ponden. Intentas de nuevo, pero nada. Con tu mirada fija en el techo y tu cuerpo atado a tu cama, inmóvil, comienzas a escuchar cosas extrañas a tu alrededor. El aire está más denso de lo normal: te cuesta respirar. Los sonidos extraños continúan, e intentas mover tu cabeza a su dirección para darle un rostro al ruido, pero tu cuerpo sigue paralizado, no te responde. Tu ansiedad comienza a hacer acto de presencia y sientes un hormi­gueo subiendo por tu cuerpo, y piensas: “¿Qué me sucede? ¿Qué es esto?”.

Cuando de pronto te das cuenta de que todo este tiem­po había una persona parada junto a ti, observándote. In­tentas enfocar la vista para identificarlo, pero la oscuri­dad de tu habitación juega en

tu contra. Es más, no parece haber una separación entre el espacio oscuro que llena la habitación y la figura que te mira fijamente, sin decir pa­labra. No hace nada ¿Quién es? ¿Qué hará? ¿Qué es lo que quiere? Tus músculos despiertan por fin, y siendo presa del pánico corres hacia el interruptor de la luz. Pero cuando las enciendes, no hay nadie.

Si tu respuesta a la pregun­ta es “sí”, entiendes lo angus­tiante que es esta experiencia. Si tu respuesta es “no”, conti­núa leyendo porque muy pro­bablemente lo experimentes al menos una vez en tu vida.

Lo anteriormente descrito, es un episodio de la parálisis del sueño. Durante muchos años, la gente le ha intenta­do dar múltiples significados, como que guarda una relación con alguna presencia paranor­mal, por la ansiedad que se siente en un episodio. De he­cho, sabrás muy bien que esta experiencia es coloquialmen­te conocida con la expresión de “se me subió el muerto”. La popularidad de esta expre­sión no ha hecho nada más que aumentar la angustia de la gente cuando experimenta la parálisis del sueño, pues piensan que están al borde de la muerte.

Pero tranquilo, en el si­guiente documento explica­remos brevemente: por qué sucede esto; cómo reducir la posibilidad de que te suceda; y, en caso de que la vivas al­guna vez, te daremos herra­mientas efectivas y fáciles de usar para que la experiencia dure lo menos posible y sea muchísimo menos angustian­te de lo normal.

Para empezar, es necesario aclarar que la parálisis del sue­ño no es una experiencia pa­ranormal. Es más, ni siquiera es un sueño. Realmente estás despierto, y realmente estás viendo a alguien o escuchan­do ruidos (o ambas cosas); sin embargo, no es más que una simple descoordinación de tu cuerpo, más preciso, es decir, que se trata de una simple des­coordinación entre tus múscu­los y tu conciencia. Pero para entender esto, es importante que repasemos primero algo muy básico: el sueño y sus ciclos.

Mientras dormimos entra­mos en un constante trance entre dos ciclos de sueño. El no REM y el REM. En la fase no REM (Rapid Eye Move­ment, en inglés) o no MOR (Movimiento Ocular Rápido, en español) nuestro cerebro está en un estado de ondas ce­rebrales lentas.

¿Qué quiere decir esto?

Sencillamente que no hay mucha actividad cognitiva. En esta fase es donde nos empezamos a sentir adormi­lados, atontados y nos dormi­mos, pero no profundamente. Posteriormente, entramos a la fase REM. Aquí nuestro cuer­po entra en un estado de ato­nía (parálisis). Sin embargo, nuestro cerebro comienza a procesar las ondas cerebrales rápidas. Es aquí donde se pro­duce la parálisis del sueño.

En la fase REM no solo movemos los ojos de mane­ra rápida, también suceden muchos procesos cognitivos importantes para nuestro co­rrecto funcionamiento dia­rio, pero nos enfocaremos solamente en que en la fase REM nuestro cerebro proce­sa toda la carga emocional de nuestro día. Dicho de manera sencilla, es como si nuestro cerebro desechara lo que no es importante para nosotros y conservara lo que sí. De igual forma, es importante señalar otros dos procesos que suce­den en el sueño REM. El pri­mero, es que nuestros sueños en esta fase son muy simila­res a las alucinaciones.

El segundo proceso que sucede en nuestro cerebro durante el ciclo REM es en realidad una ausencia de un proceso.

¿Alguna vez te has sen­tido muy sereno, con una tranquilidad y relajación que nada parece poder quitártela? Si tu respuesta es sí, entonces debes agradecerle al neuro­transmisor serotonina. ¿Al­guna vez te has sentido in­quieto, ansioso, con ganas de huir de algo, aunque no sepas por qué? Si tu respuesta es sí, entonces debes culpar al neu­rotransmisor noradrenalina. ¿Por qué mencionamos esto? Porque durante la fase REM, estos dos químicos del cerebro (la serotonina y la noradrenali­na) están ausentes. Por lo mis­mo, es posible que procesemos toda la carga emocional mien­tras dormimos.

Entonces, durante la fase REM nuestro cuerpo está: completamente paralizado, estamos alucinando y tenien­do estas fuertes experiencias emocionales, pero el químico relacionado con el miedo y la ansiedad está ausente.

¿Qué pasaría entonces si de pronto despertáramos de manera abrupta? Los neuro­transmisores se activarían. Y muy probablemente tendría­mos un episodio de parálisis del sueño. Como se mencionó previamente, la parálisis del sueño es una descoordina­ción cerebral donde nuestros músculos están apagados, pero nuestra conciencia está despierta. Es por esto por lo que no podemos movernos durante esta etapa.

¿Por qué vemos gente o sombras? ¿Por qué escucha­mos ruidos extraños o voces? ¿Recuerdas que en la fase REM alucinamos nuestros sueños? Cuando nos desperta­mos, este proceso alucinatorio que sucede en el sueño “salta” al mundo despierto.

¿Por qué sentimos que nos ahogamos? Si bien lo hacemos de manera automática (gra­cias al sistema parasimpático de nuestro cuerpo), respirar involucra el movimiento de ciertos músculos. Ahora bien, si mientras dormimos no po­demos mover nuestros múscu­los, ¿Cómo es que respiramos? Todo se lo debemos a nuestro diafragma, aquel músculo que se encuentra debajo de nues­tros pulmones.

Pero, entonces, si no pode­mos mover nuestros músculos, y el diafragma es un múscu­lo, ¿cómo es que respiramos? Gracias al sistema parasimpá­tico. Nuestro sistema nervioso tiene dos divisiones: el sistema simpático y el parasimpático. Resumiremos estos dos siste­mas de manera corta: el sis­tema simpático es el sistema que se activa cuando tenemos que huir, defendernos, actuar; el parasimpático por otra par­te, es el sistema que sucede de manera automática, incons­ciente, nos relaja. ¿Por qué es importante saber la distinción entre estos dos sistemas? Si experimentas la parálisis del sueño, el sistema parasimpá­tico puede ser tu ángel de la guarda.

Saber cómo activar nuestro sistema parasimpático, o cómo acceder a él, es de bastante utilidad si queremos reducir nuestra ansiedad. Cuando nos enfrentamos con un estímulo ansiógeno (como lo es la pa­rálisis del sueño con sus aluci­naciones visuales y auditivas), nuestro sistema simpático se activa. Queremos huir.

Sin embargo, en la parálisis del sueño no podemos ni mo­vernos, literalmente. ¿Qué su­cede entonces con la ansiedad? Aumenta. ¿Qué sucede con la percepción de la experiencia? Se vuelve más insoportable. ¿Cómo podemos controlar la ansiedad para disminuir la ten­sión que se vive en la parálisis del sueño? O, preguntado de otra forma, ¿cómo podemos acceder a nuestro sistema pa­rasimpático cuando nuestro sistema simpático está activo? De muchas formas, pero la más eficaz y la única útil en la parálisis es la respiración dia­fragmática.

¿Cómo practicar la respira­ción diafragmática? Sencillo: primero, coloca tu espalda rec­ta (puede ser sentado o acos­tado), y segundo, al respirar, fíjate si al inhalar se infla tu pecho o tu estómago.

Si se infla tu estómago, felicidades, respiras diafrag­máticamente. Si se infla tu pecho, descuida, coloca tu mano por encima de tu om­bligo y focaliza tu atención en lo siguiente: al inhalar, procura, de manera intencio­nal, inflar tu estómago, sin­tiendo una ligera presión por debajo de tus costillas, tanto en la panza como en la espal­da. Ahora lo único que queda es practicar diariamente has­ta que tu respiración cambie a ser diafragmática.

Ahora, para terminar, me gustaría recalcar que este tipo de respiración no preverá que experimentes la parálisis del sueño, pero sí ayudará a dis­minuir tu ansiedad y el tiempo de duración de la parálisis. Se puede manifestar por los si­guientes puntos:

  1. Falta regular de un buen horario de sueño.
  2. Falta total de sueño.
  3. Altos niveles de estrés durante el día.
  4. Alta carga emocional.

Para prevenir lo más posi­ble la parálisis del sueño, reco­mendamos lo siguiente:

  1. Dormir las horas ade­cuadas (7 horas a 9 horas dia­riamente).
  2. Gestionar la carga de estrés, o liberarla de alguna forma (ejercicio).
  3. Acudir a tu médico de confianza para que te dé he­rramientas sobre cómo dormir mejor.
  4. Acudir a un profesional de la salud mental para descu­brir qué es aquello que te gene­ra angustia y/o tormento y dar­le un seguimiento terapéutico (terapia cognitiva conductual).

Recuerda: la parálisis no es una experiencia paranormal, y por ende, se puede manejar con las herramientas adecuadas.

La Dra. Julieta Edith Alba­rrán Ayala profesora de Cien­cias Clínicas y David Gerardo Castillo Priego, Estudiante de Psicología de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG)