Las mujeres que ocupan espacios de primer nivel se enfrentan con las propias opresiones internalizadas so­bre su capacidad en el cargo, una exposición diferente a la experimentada por hombres; en su liderazgo vinculan fe­minismos diversos como los afrodescendientes, descolo­niales y comunitarios.

Lo anterior lo destacaron en el conversatorio “Femi­nismos, espacios de poder y exposición”, en el marco de la Plataforma para el Diálogo, “Líderes mujeres en espacios de poder. Experiencias desde América Latina y Europa”, que organiza el Centro María Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales CALAS (por sus si­glas en inglés), con sede en el Centro Universitario de Cien­cias Sociales y Humanidades (CUCSH).

En el auditorio Rosario Cas­tellanos del CUCSH Belenes, la Subdirectora del CALAS, doctora Gisela Carlos Fregoso, sostuvo que “el objetivo es re­velar las inquietudes entre las invitadas en los espacios de po­der y su exposición, porque no es lo mismo la experiencia de una mujer que la de un hombre; se trata de reflexionar esta com­plejidad”, dijo.

La Exdirectora de la Sede Regional CALAS Cono Sur y Brasil, de la Universidad de San Martín, Argentina, Lu­ciana Anapios, habló de su experiencia que representó, en primer lugar, lidiar con sus propias opresiones internali­zadas, como asumir un cargo entregado por un hombre, aun­que también desempeñar un papel de poder.

“Cuando asumí como Di­rectora de CALAS fue un ejer­cicio de poder en los ámbitos que tiene algo de juego; ocu­par un espacio de poder fue afectivamente estimulante y fundamental para sostenerme y un placer trabajar con muje­res con las que construí víncu­los y dotamos de creatividad, fantasía y deseos la actividad compartida”, dijo.

Con el poder no sólo vin­culó feminismos como una postura y posición que cons­truyó en el camino; colectivi­dades que significan diferentes cosas en diversos momentos que tiene el mismo propósito, la crítica del poder.

“Nuestra relación con el poder siempre está en tensión, y hay que pensar en esta ten­sión”.

La orientadora especial en diversidad de género en la Cancillería de Argentina, Alba Rueda, precisó que el femi­nismo no sólo describe la des­igualdad cuando las mujeres ocupan espacios de poder, sino que actúa en función de las ne­cesidades que deben protago­nizar los movimientos sociales contra las políticas que atacan las diversidades.

“Si se llama a aniquilar a los que tenemos a un lado, la desigualdad tiene como res­puesta que tenemos que go­bernar políticamente y no sin la posibilidad de hacer alianza con otras mujeres”, planteó.

Aunque el Estado argenti­no ha impulsado una agenda de derechos humanos de la po­blación LGBT+y la identidad de género, la extrema derecha global afecta conquistas y de­rechos ganados.

“América Latina tiene mu­chos pendientes respecto a los derechos humanos LGBT+, que se agrava con la extrema derecha y una agenda financia­da para movilizar a la sociedad contra ese grupo poblacional”, dijo.

La Subdirectora de la Fa­cultad de Sociología, Univer­sidad de La Habana, Cuba, Yulexis Almeida, dijo que su experiencia como Vicedecana de la universidad le permitió plantear su papel en ese es­pacio de poder como afrodes­cendiente, feminista, activista y académica.

“Acepté el encargo porque me pregunté, ¿cuántas muje­res negras están en espacios de dirección?; aunque puse condiciones para no separar la vida cotidiana con las tareas académicas que llevan a pagar ciertos costos desde el privile­gio”, compartió.

Así, para no desvincularse con las comunidades propició espacios de diálogo con femi­nismos negros y no dejar los espacios conquistados.

“El racismo ha implicado imponer una lógica de espa­cios de poder para la represen­tación limitada de las mujeres negras, por lo que el trabajo en equipo es primordial, además del diálogo para lidiar con el racismo, clasismo y el edadis­mo”, subrayó Almeida.

La Directora del Centro de Estudios de Género, de la Universidad de Costa Rica, Montserrat Sagot, propuso re­flexionar sobre la genealogía del feminismo, de la clase y origen geográfico de las mu­jeres para explicar la opresión del feminismo predominante.

Criticó el uso acrítico del término “sororidad”, que en­salzan ciertos valores sobre la reflexión de experiencias y orientaciones. “Disculpen que utilice este término que asume a una especie de diosas intoca­bles a las que no podemos cri­ticar porque son las feministas reconocidas, y que nos digan que no somos feministas ante ese discurso establecido”, re­flexionó.

Dijo que no hay una sorori­dad universal bajo ese discurso que no llega a ninguna parte. “Pero podemos ponernos de acuerdo sobre luchas puntua­les que tienen que ver con la vida y la muerte, çesas son las luchas en las que tenemos que tratar, que tienen que ver con la posibilidad de la vida y de alejarnos de la era del ‘necro­ceno’, a la que nos están lle­vando los grupos de poder”, concluyó .

Apuntó sobre los grupos opuestos como cristianos y musulmanes que han llegado a acuerdos mínimos y básicos contra un discurso que enfren­te a las mujeres.