En Puebla…

Su estado de salud influía en sus reacciones, pues tomaba decisiones precipitadas, tenía exabruptos y se confrontó con muchos actores. De hecho, se peleó con casi todos los que una vez lo apoyaron

Por Gabriela Hernández

Fotografía relevante a la nota.

Una severa diabetes dañó su vista y una sepsis derivó en la amputación de su pie derecho. No podía leer documentos ni diarios, ya no distinguía a las personas y le costaba trabajo movilizarse. Por ello –dicen excolaboradores y allegados– Miguel Barbosa gobernó Puebla siendo un cautivo de su círculo más cercano/Fotos: Cuartoscuro

Diciembre 18, Puebla, Puebla (apro).– Con una diabetes severa que mermó en gran parte su vista y limi­taciones para movilizarse, el deteriorado estado de salud del gobernador Miguel Bar­bosa Huerta no sólo lo llevó a la muerte este 13 de diciem­bre, sino que también marcó el devenir de su gobierno.

Excolaboradores, perio­distas y allegados a Barbosa entrevistados por Proceso se­ñalan que, aunque el talante de Barbosa siempre fue de un gobernante autoritario, sus li­mitaciones físicas lo llevaron realmente a estar cautivo de su círculo más cercano.

Mucho de lo que ocurrió durante los tres años y cuatro meses que duró su adminis­tración fue marcado en gran medida por su estado de sa­lud, coinciden.

Desde el arranque de su gobierno, el mandatario, quien tenía 63 años al falle­cer –por un infarto según el reporte oficial– ya no podía leer documentos, periódicos, ni ver presentaciones, por lo cual desde un inicio depen­dió su gente más cercana, especialmente de su esposa, Rosario Orozco Caballero, y de su jefa de comunicación, Verónica Vélez Macuil, para informarse y tomar decisio­nes. Cuando debía firmar al­gún oficio, alguien le debía colocar su mano en el espacio que correspondía.

Los testimonios refieren que el gobernador no distinguía a las personas que se le acer­caban y eran su asistente, José Luis Nájera, o su esposa quie­nes estaban a su costado para decirle al oído los nombres.

En 2014, a causa de una sepsis, le amputaron el pie derecho. Esto también le complicaba movilizarse. En los actos, era público que su asistente lo tenía que tomar de la mano para moverlo y, en espacios más largos, como las recientes marchas a favor de la 4T del 27 de noviembre y el 4 de diciembre, tenía que usar silla de ruedas.

De acuerdo con quienes participaron en su primera campaña por la gubernatura en 2018, el esfuerzo físico que le exigió esa contienda –en la cual se enfrentó al mo­renovallismo, fue constan­temente atacado en medios y encabezó la lucha por un supuesto fraude– fue lo que agravó su salud.

“Desde la campaña de 2019 tuvimos conocimiento que Barbosa ya sólo veía som­bras, pero él siempre buscaba disimular y negar esta condi­ción porque estaba seguro de que aun así era capaz de go­bernar por su experiencia que tenía como político”, relata uno de sus excolaboradores, quien pidió ser entrevistado a condición de anonimato.

En febrero de ese año, el entonces diputado local por Morena, Héctor Alonso Granados, dio una rueda de prensa junto con un grupo de alcaldes que apoyaban al senador Ale­jandro Armenta, para advertir que la candidatura de Barbosa era un riesgo para Puebla por su condición física.

“Puebla no se merece otros funerales de Estado”, dijo, en referencia a la abrupta muer­te de la gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo y de su esposo el senador Rafael Mo­reno Valle, al desplomarse el helicóptero en el que viajaban.

Igual en abril de ese año se dio a conocer un audio en el que Armenta también hacía referencia a que el ejercicio gubernamental le podía costar la vida a Barbosa Huerta.

“Barbosa ya está incapa­citado, ya no ve”, dijo en ese momento el senador, quien ahora aspira a ser candidato de Morena en 2024, y en ese entonces vaticinó que el man­datario podía morir sin con­cluir su mandato.

El ahora fallecido goberna­dor siempre atajó esos señala­mientos: “Tengo salud para competir y salud para gober­nar”, dijo durante la campaña, al asegurar que era un diabé­tico que podía sobrellevar su enfermedad.

Pero los entrevistados con­cuerdan en que el poblano no era una persona que se cuida­ra: “Comía lo que se le antoja­ba y se echaba sus copas”.

Ya en el poder, el manda­tario poblano tuvo que lidiar todo el tiempo con los rumo­res sobre su condición física. Y aunque sus incapacidades visuales eran de dominio pú­blico, se convirtieron en un tema tabú en Puebla, pues se sabía que era un asunto de suma sensibilidad para Bar­bosa, sobre el cual reacciona­ba con cólera.

No obstante, el propio pre­sidente Andrés Manuel López Obrador, el 21 de septiembre de 2020, habló sobre esos in­formes en un acto en Cholula.

“Celebro que esté muy bien de salud el gobernador Miguel Barbosa. Hace unos días me informaron que es­taba mal, me preocupé, ya luego tuve un reporte de que gozaba de cabal salud el go­bernador y ahora lo veo muy bien de salud, de ánimo, de semblante, pero sobre todo, muy lúcido”, dijo.

Pero una fuente del go­bierno federal relata a Proceso que apenas el 23 de octubre, en el acto para una entrega de obras en Ayoxuxtla que fue encabezado por el presiden­te, se había emitido un repor­te sobre las dificultades para movilizarse que ya presenta­ba el mandatario.

“Lo bajaron del vehículo casi cargado”, relata el infor­mante, quien asegura tener conocimiento de que otro fun­cionario federal ya antes ha­bía hablado con Barbosa para sugerirle que, para cuidar su salud, podía ser necesario que se retirara, lo cual obtuvo un rotundo “no” por respuesta.

Complicaciones

En entrevista, el periodis­ta Rodolfo Ruiz confirma que desde 2019 era evidente que Barbosa ya no veía.

El director del portal de noticias e-Consulta cuenta que una ocasión en que fue a su oficina de campaña, el entonces candidato tenía una paleta de dulce pegada al frente de su chaleco, pero no se percataba de ello.

Agrega que ya en el poder, esta debilidad visual lo con­virtió en un gobernante que se informaba de oídas porque alguien le leía, pero también de chismes, porque sus cola­boradores aprovecharon esto para interpretarle o esconder­le informes de acuerdo con intereses de grupos.

Una muestra de eso es el conflicto electoral de Co­yomeapan, ocurrido tras los comicios de 2021, cuando el mandatario fue evidentemen­te mal informado, pues ante los medios de comunicación aseguró que los pobladores habían quemado la presiden­cia, instalaciones electorales y patrullas, cosa que nunca pasó. Después reviró.

El propio gobernador re­conoció que por más de dos años sus exsecretarios de Se­guridad lo engañaron, pues le reportaron que habían destrui­do el llamado “pueblito”, en donde rentaban celdas de lujo del penal de San Miguel, pero los funcionarios siguieron ha­ciendo negocios con ello.

Algo similar ocurrió con el transporte público, pues al inicio de su gobierno autori­zó aumento de tarifas, pero luego reconoció que la mo­dernización que ofreció no se cumplió.

Durante los primeros dos años de su gobierno, el man­datario prácticamente no hizo giras por la situación de la pandemia y fue hasta en los últimos meses que empezó a tener una mayor actividad.

Ruiz dice que si bien ha­bía actos de corrupción de sus colaboradores que el manda­tario ignoraba, hay otros de los que no era ajeno, como el arrendamiento de mil patru­llas o el contrato de fotomul­tas, que generaron un daño patrimonial al estado.

El periodista añade que también el estado de salud de Barbosa influía en sus reaccio­nes, pues tomaba decisiones precipitadas, tenía exabruptos, se confrontaba con muchos actores, regañaba en público a reporteros y muchas veces a sus colaboradores.

De manera innecesaria, expone, se enfrentó en públi­co a empresarios, a rectores de universidades, a activistas, grupos sociales y a funciona­rios del gobierno federal.

Alianzas y rupturas

Fueron célebres las frases acuñadas por Miguel Barbosa durante su desempeño, como que “nosotros los pobres so­mos inmunes” al covid-19, o que el contagio de ese mal se curaba con un “mole de gua­jolote”, también que las jó­venes desaparecidas “se iban con el novio” o que en Puebla no había desapariciones “sino ausencias voluntarias”.

A su muerte abundaron los memes donde recordaron lo dicho por el mandatario en torno a que la muerte de Mar­tha Erika y Moreno Valle fue un castigo divino porque le hicieron fraude en 2018.

“Si algo generó esta admi­nistración fue una gran pola­rización, que derivó en estan­camiento, en pobreza, falta de crecimiento”, resume Ruiz.

De ser un parlamentario destacado a nivel nacional, como jefe del Ejecutivo de Puebla, Barbosa se distinguió por su “vendettas” personales.

Así, lo mismo lanzó ame­nazas públicas a periodistas, como Francisco Zea, que con­tra activistas, como Saskia Niño de Rivera.

Socorro Quezada Tiem­po, quien fue compañera del fallecido político en el PRD, cuenta que rompió con él en 2019 por diferencias de pro­yecto y que a partir de eso fue vetada en Puebla. “Me cerró todas las puertas y me persi­guió, hasta me quiso armar un litigio”, relata.

El único cuadro que le so­brevivió a Barbosa de su gru­po perredista fue Juan Pablo Cortés, actual director de la Comisión Estatal de Agua y Saneamiento del Estado. En junio de este año, se distan­ció también de Eric Cotoñeto, quien era su principal opera­dor político.

Olivia Carrera, quien es pri­ma del fallecido gobernador, también acusa que el mandata­rio le armó una campaña que derivó en el cierre de un cole­gio particular que ella tenía en Tehuacán.

David Méndez, quien fue coordinador en la campaña de Barbosa en 2019 y luego for­mó parte de su gabinete hasta febrero de 2021, refiere que muchos de los 21 cambios de secretarios que ocurrieron en su periodo se explican por las dinámicas de gobierno que lle­gó a tener.

Por una parte, señala que el mandatario se fue cerrando cada vez más con un grupo cercano que se dedicaba a “gri­llar” (a lo que era muy afecto) y eso generó que el goberna­dor “se peleara” con todos los que una vez lo apoyaron y for­maron parte de un proyecto de izquierda.

De los que estuvieron con Barbosa en la campaña de 2018 y que formaron parte del proyecto de izquierda, recuer­da, prácticamente no quedó nadie al final de su gobierno, con todos rompió.

Hasta la semana de su muerte, el único que quedaba de los que participaron en la campaña de 2018 era Gabriel Biestro Medinilla, secretario del Trabajo, pero en las últi­mas horas se rumoraba sobre su posible salida.

La más reciente confronta­ción la tuvo con Melitón Lo­zano, quien fue su secretario de Educación y era uno de los pocos funcionarios militantes de Morena que quedaban en su administración.

A mediados de año, Loza­no fue incluido entre las “cor­cholatas” de Barbosa para su­cederlo en 2024. Luego, en la prensa afín a la coordinadora de Comunicación y Agenda Digital, Verónica Vélez, fue acusado de promover el abu­cheo de maestros que se regis­tró contra el mandatario pobla­no durante un acto en el que estuvo López Obrador.

Aunque previo a esto había denuncias de malos manejos en la SEP, lo que marcó la sali­da de Lozano de la dependen­cia fueron estos señalamientos, que el funcionario calificó de “perversos y de mala fe”.

Igual un caso emblemático de todas estas prácticas que se daban en el gobierno de Bar­bosa es el de Héctor Sánchez Sánchez, quien era titular del Poder Judicial del Estado y también estaba incluido entre los cercanos al mandatario que aspiraban a la candidatura a gobernador.

De la misma forma, medios de comunicación locales ase­guraron que Sánchez se había reunido con el hijo del exgo­bernador Antonio Gali Fayad; del supuesto encuentro se pu­blicó una fotografía.

Después se comprobó que quien aparecía en la foto no era el hijo de Gali, pero el magis­trado ya había “caído de la gra­cia” del mandatario. El 17 de noviembre Sánchez anunció que se retiraba de la vida pú­blica, ante “la narrativa creada por más de cuatro meses segui­dos para atacar a mi persona, familia y seres queridos”.

En los últimos meses la burbuja de Barbosa estaba formada por su esposa, por Verónica Vélez Macuil y por el director de Gobierno, Julio Huerta Gómez, quien era su primo-hermano y realmente hacía funciones de secretario de Gobernación.

También, en su entorno estaban el entonces líder del Congreso, Salomón Céspedes Peregrina, hoy gobernador sustituto; Agustín Guerrero, secretario general de Morena y el diputado priista, Jorge Ste­fan Chidiac.

David Méndez, quien fue secretario de Gobernación, hace ver que la administra­ción de Barbosa se “vació” de la gente de izquierda, para conservar a funcionarios y operadores que nada tenían que ver con el proyecto que se propuso en campaña. “No conformó un grupo político, sino una alianza de intereses”, puntualizó.

“No se trata de hacer leña del árbol caído –dice–, sino que se ponga atención en Puebla para que se cons­truya una alternativa que realmente proceda de la 4T y que tenga un compromi­so social y de un auténtico cambio de régimen”.