Casi se van a la ruina

La zona rosa de Guadalajara y el primer perímetro al Oriente de la ciudad, son los dos puntos por excelencia para encontrar este tipo de establecimientos

Por Rafael Hernández Guízar

Fotografía relevante a la nota.

“Estéticas masculinas” cerraron durante meses, lamentó Lluvia, una mujer que trabaja en este tipo de negocios/Foto: Francisco Tapia

La pandemia de corona­virus acabó con una enorme parte de la economía mun­dial, y a escala local, todos los sectores fueron tan gol­peados que muchos tuvieron que reinventar sus ingresos.

Desde los profesionistas hasta los comerciantes, todos tuvieron pérdidas grandes que difícilmente pudieran compensarse en el corto o mediano plazo, y para el caso de aquellas personas que se ganan literalmente el pan con el sudor del cuerpo fue peor.

Hoy habremos de referir­nos a las prostitutas, quienes ejercen el oficio que en el argot popular se dice, el más antiguo del mundo.

En Guadalajara se inicio desde hace al menos dos déca­das con una nueva modalidad del ejercicio de este oficio, ya no en las calles, sino en las llamadas “estéticas masculi­nas”, donde se ofrecen a los caballeros un masaje relajan­te “con final especial”.

La zona rosa de Guadala­jara y el primer perímetro al Oriente de la ciudad, son los dos puntos por excelencia para encontrar este tipo de es­tablecimientos que casi se van a la ruina con la pandemia de COVID- 19.

“Mire, cuando empezó la verdad sí nos fue súper mal, porque al momento de estar cerrado no había ni clientes ni nada, luego todo esto de la eco­nomía nos afectó bastante, tuvi­mos que cerrar y ya ahorita se empieza a componer un poco, está más tranquilo, pero ya hay algo de movimiento. Nosotros tuvimos que cerrar como cinco meses de manera definitiva”, dijo Lluvia, una mujer que se dedica a estas labores y a quien llamaremos así por protección de su identidad.

“Ya de plano se estancó el trabajo, y como le digo, pues volvimos a abrir pero con to­das las medidas de seguridad, con sanitizante y todo, además de que nosotros cuando cerra­mos seguimos pagando renta porque nadie nos ayudó, la renta seguía corriendo, tanto nosotros teníamos que pagar renta como las muchachas sus gastos, o sea que nos afectó a todos. Ellas si no hay trabajo no ganan casi porque muy a duras penas las ayudamos no­sotros con poco y pudieron salir de apoco con sus gastos, esto nos pasó a afectar muchí­simo”, agregó la mujer.

En el negocio donde traba­ja Lluvia junto con otras mu­jeres, se ofrecen servicios di­versos a los caballeros que van en busca de placer. Para ellas, es un trabajo como cualquier otro, pues están sujetas a un horario, y hasta organizadas para acudir constantemente a revisiones médicas como parte de sus condiciones laborales.

Mucha de ellas son madres solteras, otras están ca­sadas y cuentan con el apoyo de sus parejas para ejercer su oficio pues sus ganancias eran bastante buenas, lo eran hasta antes de que iniciara la pande­mia.

“Antes se ganaba entre tres y cinco mil pesos, antes de la contingencia, ya ahorita si bien nos va está en mil 500 y como le digo, hay que pagar renta, a duras penas hay ga­nancia, aquí es donde uno ve que la economía está mal, que si los clientes no están bien en lo económico pues no pueden venir a darse este gusto…”.

Sin embargo, fueron los clientes constantes quienes les ayudaron a no desfallecer, gracias a servicios especiales, sacaban al menos los gastos para su manutención y la de sus hijos.

Este negocio se ubica al oriente de la ciudad, muy cer­cano a una estación del tren ligero, pero sorprendente­mente, no ha tenido el mismo éxito que otra sucursal del mismo giro que se ubica en el barrio de San Juan Bosco, misma que está a sólo una cuadra de un templo católico, sitio en el que han encontrado una gran cantidad de clientes.